La autoestima en la adolescencia y juventud
Las teorías cognitivo-sociales dicen que los procesos cognitivos y afectivos sumados a los contextos es lo que forma el comportamiento de la persona. Así hay que analizar tanto a la persona como al contexto para entender la construcción de la personalidad durante todo el proceso de desarrollo. Tener una personalidad saludable es ser capaz de adaptarse al entorno, un comportamiento propio, actitudes y valores como forma de ajustarse para que la persona sea capaz de llegar a la satisfacción y seguridad de sí mismo.
La personalidad integra todas las dimensiones psicosociales de la persona y no se puede reducir a un solo aspecto, da continuidad en la acción y sentimiento de identidad o forma de actuar personal para reconocerse a uno mismo a pesar de los cambios que se experimentan. También, organizar funciones adaptativas que dan habilidades básicas para el desarrollo y poder relacionarse con uno mismo y con el entorno.
La adolescencia es una transición hacia la vida adulta, se lleva a cabo el desarrollo superior del yo y de la identidad, influyendo factores como lo cognitivo ya que con el pensamiento formal ven la realidad como una hipótesis posible dentro de muchas, la crianza recibida con padres democráticos y cariñosos crea en el adolescente una identidad más firme, sólida y elevada, y en el contexto sociocultural de occidente que es más permisivo se tiende a pensar que el adolescente ha de explorar hasta decidir su identidad personal.
En el autoconcepto del adolescente se integra el yo mismo corporal, el yo mismo psíquico y el yo mismo social y moral.
Por eso importa mucho la imagen corporal pero hay diferencias entre ambos sexos: la mujer se preocupada más por su aspecto físico y el hombre más por la fuerza y destreza deportiva, pero ambos necesitan ser reconocidos por sus iguales lo que es clave para el desarrollo de su autoestima.
No obstante, existen unos riesgos para el correcto desarrollo de la personalidad y la autoestima, la propia sociedad ha ido cambiando con el capitalismo y la globalización, y la familia ya no puede responder a la individualización, la comunicación entre padres-hijos, el consumo compulsivo, la sociedad heterogénea, son muchos los factores a tener en cuenta a la hora de elaborar y desarrollar la identidad y la autoestima.
La familia es el primer medio de socialización y desarrollo pero muchas no pueden o no ejercen funciones parentales adecuadas por muchos factores como: nivel educativo bajo de los progenitores, trabajo precario o desempleo, alteración psicológica o consumo de sustancias, relación conyugal insatisfactoria, pautas educativas incoherentes, incapacidad para un clima adecuado de afecto y comprensión, etc.
Las familias que están en riesgo suelen tener que afrontar más sucesos vitales estresantes lo que influye de manera negativa en el correcto desarrollo. Estos repercuten en las tres dimensiones: personal y relacional, ya que puede que tengan muchas carencias pero también puede que desarrollen capacidad para adaptarse y amortiguar el impacto (resiliencia), contexto con bajo nivel educativo de padres, desempleo, carencias, exclusión y poco apoyo social y, eventos vitales que marcarán en función de la valoración que hagan de ello.
Está claro que la precariedad económica esta en la base del riesgo psicosocial y la exclusión afectando más a la población inmigrante que a la autóctona, el sistema educativo no está preparado para la atención de la diversidad, el riesgo de perder la cultura propia provoca en el adolescente crisis de identidad, la necesidad de adaptarse a nuevas culturas, buscar su propio yo o identidad acorde con los valores e ideas de su cultura de origen y adaptarse al país de acogida.
Por:
Iolanda Muñoz
Docente Rama Sanitaria
Etiqueta:autoestima, salud